marzo 28, 2014

Sudaca

Esta es la tercera vez que estoy en un país de Europa por un tiempo, y tengo que confesar que es la primera vez en una suma total de aproximadamente dos años y medio que escucho, aunque sea en plan de broma, la palabra Sudaca (término bastante peyorativo para referirse a los latinoamericanos), y para hacer más limpia la bofetada, saliendo por boca de españoles los cuales en otros momentos han sido como mis hermanos en el exterior... 

Regresé de Francia hace unos días, con sed de rodearme de personas adultas, con sed de que alguien mantenga una conversación con un mínimo de reflexión y análisis sobre diversos temas, con sed de seguir con gente de verdadero valor, porque sencillamente, ese es el grupo al cual pertenezco. Pero en cambio no, me encuentro aquí en un pueblo turístico con todo lo contrario a lo que espero de personas que me agradaban: temas banales, bromas con faltas de respeto disfrazados y egocentrismo (¡Qué decepción!). 

Normalmente, durante toda mi vida he sido la más o una de las más pequeñas del grupo de amigos con los que me rodeo, y esta es la primera vez que soy la más grande. Anteriormente nunca me había fijado en la edad de las personas, por lo tanto no era nada muy importante. No obstante, en esta oportunidad, pienso que todo el problema de llegar a la adultez versa sobre un aspecto que nadie nombra pero que es inherente a la naturaleza humana: la Identidad

La sociología trata la identidad como una característica que se construye en la medida en que una persona o grupo social se diferencia del otro. En cambio, otros autores de la psicología la definen como una suerte de reconocimiento (tener conciencia) de las aptitudes de una persona en sí misma y con ello darle algún sentido a su vida.

Cuando las personas llegan a la edad adulta, aunque en muchos casos es psicológica, no hay necesidad de jugar a hacer bromas hundiendo al otro para afirmarse como persona, porque simplemente todo este tipo de procesos se consolidaron ya hace mucho tiempo atrás. Entonces, y solo de esta manera, superando este aspecto básico, las relaciones entre las personas se pueden dar de manera sana, honesta, respetuosa, amena y agradable.

Soy latina de herencia europea (como muchos después de infinidades de conquistas y sometimientos), y me siento muy orgullosa de haber nacido en tan mágico continente, y que al igual que aquel equipo de fútbol de tradición histórica que está acostumbrado a perder, lo defiendo hasta la muerte, y estoy tan segura de mi identidad, que no necesito hacer bromas pesadas para auto-afirmarme como persona y grupo social...

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